Desde que lei por segunda vez El Principito, hace 20 anos, quise subirme a un baobabs.
Extranos e imponentes, descansan en la sabana arida, sin apenas hojas que los decoren; demasiada escasez de agua como papa permitirse ser coquetos.
Ayer me subi a un baobabs.
Y es posible que no me creais, pero pude notar como acepto de buen grado mi descaro. Asi aue tambien os podre decir que son unos arboles bien bondadosos y, a pesar de su aspecto, enormemente entranables.
26 de noviembre de 2008
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